Durante estos días hay dos cosas que no podemos dejar de celebrar: la primera es que los Diputados de nuestro país se hayan puesto de acuerdo en algo de forma unánime y, la segunda y todavía más importante, que ese consenso casi inaudito tenga como objeto un tema educativo. Efectivamente, los profesores de Filosofía de toda España están celebrando que la asignatura de Historia de la Filosofía, situada en segundo de Bachillerato, sea de nuevo valorada como se merece.
En medio de tanto alborozo creo que es el momento de introducir algunas preguntas importantes y que a veces olvidamos. La Filosofía en el bachillerato, ¿está bien planteada? ¿A qué se deben los intermitentes intentos de postergarla a un segundo plano?
A) El problema de la Filosofía en Bachillerato
Si somos sinceros es difícil que los alumnos, los políticos y todo hijo de vecino comprendan la importancia de una asignatura que consiste en repetir explicaciones estandarizadas sobre lo que dijeron algunas célebres personas del pasado, sin que sus afirmaciones se pongan en relación con el presente, con los problemas contemporáneos o con asuntos que puedan ser del interés de los jóvenes. De esta manera la Historia de la Filosofía queda con frecuencia convertida en una sucesión de sermones prediseñados que el estudiante ha de aprender de forma memorística para después soltarlos sin más en las pruebas de acceso a la Universidad.
¿Es ésta la Filosofía que queremos que se aprecie y admire? ¿Tanto nos extraña que la gente ajena a la misma tenga dificultades para entender su importancia? Cuando se defiende una materia de tal índole echando mano de expresiones altisonantes como la conquista de la libertad, la autonomía personal en el uso de la razón o la formación de ciudadanos maduros para la democracia… ¿nos sorprende que haya quienes vean en tanta hipérbole poco más que la defensa corporativista de los puestos de trabajo de los profesores de Filosofía?
B) Reforma de la Filosofía en Bachillerato
Para empezar, el orden de las asignaturas en bachillerato está trastocado: la Historia de la Filosofía debería estudiarse en primero. El motivo es que no es posible pensar las cuestiones filosóficas de manera argumentativa y coherente sin antes aprender, estudiando a los mejores, cómo formular las preguntas de manera adecuada y cómo sacar a la luz los distintos aspectos de una cuestión. Además, es imprescindible conocer la evolución del pensamiento para entender nuestro mundo y a nosotros mismos. Sólo entonces, cuando ya tenemos una formación histórica adecuada (y no prediseñada y «objetivada» para que pueda ser calificada de manera equitativa en la nueva selectividad o «PEvAU») somos capaces de aproximarnos a los problemas que nos afectan de forma eficaz y razonada, sin que los debates se diluyan en una multitud insulsa de opiniones sentimentales o de latiguillos en boga.
Es verdad que la Filosofía desarrolla la libertad, la racionalidad y la madurez, además de competencias como la comprensión de la realidad, la integración de distintas perspectivas, la solución de problemas, el análisis de situaciones complejas, la comunicación oral y escrita, la argumentación, la empatía, etc., pero sólo si es verdadera Filosofía, es decir, si parte de un debate abierto y profundo sobre temas de común interés con el deseo de entender el mundo, de estructurar los argumentos y de proponer respuestas que aspiren a la verdad e, incluso, a transformar el mundo.
Por eso mismo en segundo de bachillerato la asignatura de Filosofía debería concentrarse en plantear a los alumnos problemas de calado social y personal a partir de textos diversos y de calidad, evitando la inculcación de contenidos ideológicos de cualquier clase o condición. La lectura de tales textos en coherencia con el recorrido histórico que se habría estudiado el año anterior, así como el diálogo sincero, educado y argumentativo, sí que ayudarían a conseguir lo que la repetición estereotipada de filosofías pasadas no logra.
Proponemos pues otro estilo y método de abordar la Filosofía que cree realmente en ella y en sus posibilidades. Modificar la estructura del bachillerato a partir de estas ideas nos es urgente, porque en un mundo cambiante, raudo y tecnológico como el contemporáneo, o tenemos la capacidad de comprender y afrontar los retos que se nos presentan o nos veremos arrastrados por los automatismos sociales que imperan por doquier, yendo de una moda a otra sin poder hacernos cargo de lo que somos ni de lo que queremos ser, sin poder incidir en el cambio social, sin poder ser protagonistas de nuestra propia vida… sin poder decir, por lo tanto, que actuamos realmente como sujetos racionales y libres.