La sociedad ha sufrido un cambio radical en los últimos años, que se está acelerando en la actualidad y que bien podría considerarse como una “revolución digital” tan profunda y de tanto calado como la que supuso en su momento la “revolución industrial”.

No me refiero sólo a que haya muchos avances tecnológicos, ni siquiera a que la tecnología está llegando a nuestras vidas para ocupar un espacio radicalmente nuevo -por ejemplo con el denominado “internet de las cosas”-, sino al efecto que está teniendo ya sobre la configuración del mercado laboral y, por lo tanto, del futuro de las nuevas generaciones.

La transformación acelerada de los procesos internos de las empresas, de los mecanismos de funcionamiento y de los deseos y necesidades de los clientes supone que la especialización se convierta en un valor efímero y que se precisen nuevas competencias para acceder a un empleo o desempeñarlo con eficacia.

¿Cuáles son estas competencias?

Se trata de las denominadas “destrezas blandas”, que no se concentran en la adquisición de un conocimiento concreto: se potencia la capacidad de aprender, de conocerse a uno mismo y al entorno, de analizar la realidad, predecir las nuevas situaciones y comunicarse con éxito.

Ya existen numerosos estudios que las enumeran y clasifican, elaborados por grupos de investigación nacionales e internacionales: la Unión Europea ha apostado fuertemente por esta idea a través de ESCO, y también encontramos documentos y estudios en Colombia o para toda América Latina,… y señalamos sólo algunos de los muchos que están apareciendo.

Este modelo de competencias, si lo analizamos con detalle, responde a tres pasos que nos permiten comprender y responder a los nuevos retos que se nos presentan. Estos pasos son:

 

Competencias para el empleo y el éxito

 

a) Conocer la realidad y a uno mismo

Uno de los factores decisivos en este nuevo paradigma es la Inteligencia Emocional. Las emociones nos proporcionan información valiosa, pero para apreciarla hemos de evitar responder a ellas ciegamente. Hay que comprenderlas, analizarlas y descubrir qué es lo que nos quieren decir, para poder entenderlas y controlarlas de manera adecuada. Incluso se pueden cambiar en un momento dado si es lo más conveniente en la situación que atravesamos. De esta manera seremos capaces de conocernos mucho mejor a nosotros mismos y también a los demás.

b) Interpretar y Proyectar

No trabajamos solos, sino en una comunidad que está organizada y jerarquizada, en la que se dividen las tareas pero también los estilos de trabajo, las habilidades, los intereses de cada cual y sus valores. Hemos de comprender el entorno en el que nos situamos y reflexionar sobre nuestra ubicación dentro de él, saber tratar a los demás, desarrollarnos en los ámbitos en los que tengamos mayores posibilidades o se nos necesite y encontrar puntos sólidos en los que nuestros valores personales estén alineados con los de la organización.

Es también fundamental estar atentos a los cambios en el mercado, en los procesos de la competencia y en los gustos y necesidades de los clientes para predecir hacia dónde camina nuestro sector o cuál será nuestro espacio dentro de la empresa, y así adaptarnos rápidamente al cambio, potenciarlo o incluso dirigirlo.

c) Incidir en lo concreto

Comprender, interpretar, proyectar… para transformar. Las habilidades de organización, liderazgo y de comunicación son imprescindibles para transmitir las ideas y agrupar voluntades en torno a ellas, para ser agentes de innovación y de cambio. La capacidad de incidir en la realidad a través del trabajo en equipo, la toma de decisiones con criterio y creatividad, la búsqueda de nuevas ideas y soluciones, etc., y, además, disfrutando de la vida y de nuestro trabajo, siempre abierto a la innovación y al servicio a los demás. Una aventura apasionante ante la que no debemos tener miedo.

En próximas entradas las analizaremos una a uno y os enseñaremos estrategias para comprenderlas y desarrollarlas.

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