Hablar en público requiere aprendizaje y entrenamiento, pero no debemos tener miedo: todas las personas pueden llegar a ser buenos oradores si prestan atención a una serie de cuestiones importantes y se preparan adecuadamente.
A veces, cuando escuchamos a alguien que habla bien y capta nuestra atención, lo achacamos a una habilidad natural identificada en el lenguaje popular como “tener labia” o “palique”. No es cierto. Nadie consigue dominar la oratoria sin práctica y atención, ni siquiera aunque tenga algunos dones que le puedan facilitar la labor. De la misma manera cualquier persona que no tenga un impedimento grave puede alcanzar un alto nivel en sus presentaciones orales, conversaciones, exposiciones o incluso conferencias si trabaja con perseverancia y conoce algunos criterios decisivos.
De hecho, quienes son capaces de mantener una larga exposición pero carecen de una preparación adecuada terminan divagando, no controlan el espacio ni el tiempo que tienen a su disposición, no manejan bien las preguntas y, de esta manera, se alejan mucho de ser excelentes. No es una cuestión de naturaleza, sino de entrenamiento.
En esta entrada queremos ayudar a quienes deseen mejorar su oratoria a través de una serie de consejos muy concretos sobre lo que se debe evitar cuando se prepara y se realiza una exposición oral de cualquier tipo.
Hablar en Público: 14 Consejos para no cometer errores
El lenguaje corporal y el oral forman una unidad y, si no tenemos cuidado y controlamos ciertos hábitos o descuidamos algunos aspectos, transformaremos el sentido de lo que decimos, reduciremos notablemente nuestra capacidad de comunicación o incluso enviaremos mensaje indeseados a nuestros oyentes o interlocutores.
Evitar el Contacto Visual
Es muy habitual que evitemos instintivamente el contacto visual en las entrevistas de trabajo, en negociaciones o en conversaciones laborales. Sucede, por ejemplo, ante una pregunta delicada o al pedirnos detalles sobre una determinada cuestión, sobre todo si la pregunta nos sorprende o no tenemos clara la respuesta. Al no mirar a los ojos a los demás parecemos poco creíbles o inseguros.
Contacto Visual demasiado Intenso
Tiene varias consecuencias negativas, entre las que destaca el provocar incomodidad en nuestro contertulio. Además llega a parecer una pose provocada y da la impresión, por lo tanto, de falta de naturalidad. Si el contacto visual llega a ser percibido como agresivo el interlocutor dejará de prestarnos atención y tenderá a distraerse como una medida de protección.
Separar Lenguaje Oral y Corporal
Conviene que nuestros gestos refuercen el discurso que mantenemos, así que hemos de prestarles atención. Lo habitual es que exista una unidad entre el cuerpo y el habla sin el menor esfuerzo, con toda naturalidad, pero en algunos casos conviene conocer gestos sencillos que ayuden a potenciar el discurso. No es nada complicado puesto que, como digo, todos lo hacemos cada día. Lo que sí tenemos que cuidar es no realizar “contragestos”, es decir, enviar señales que contradigan lo que estamos diciendo, porque modifican el mensaje y le restan credibilidad. No se habla del afecto que tenemos hacia alguien mientras mantenemos los brazos cruzados o miramos hacia el infinito, por ejemplo.
Poses de Bloqueo
Muy relacionado con el punto anterior están dos gestos que hacemos con frecuencia y que son contraproducentes: el primero es cruzar los brazos, más si lo hacemos con energía -lo que sucede cuando estamos nerviosos o nos sentimos intimidados; el segundo es dejar de sonreír. A veces al concentrarnos adoptamos una pose demasiado seria, casi dando la sensación de estar enfadados. Es importante, pues:
Sonreír
La sonrisa ayuda a producir simpatía en los demás, genera proximidad y muestra que estamos cómodos. También ayuda a que otros tengan sensación de confort. No le quepa duda de que si durante una reunión de trabajo, aunque sea en grupo, mantenemos siempre una mirada intensa y un gesto serio los demás lo notarán y se preguntarán el motivo. Por otra parte, si tiende a evitar sonreír generará desconfianza. Desde luego que hay que procurar no autolimitarnos con el pensamiento de que tenemos una sonrisa fea. La sonrisa siempre nos favorece y ayuda a la comunicación.
Los Terribles «tics»
Se llaman así porque son difíciles de evitar y si usted es una persona nerviosa tal vez los sufra con frecuencia. No hay que agobiarse por este hecho, porque será contraproducente. Esos movimientos espontáneos no pasarán desapercibidos, en la medida en que no son naturales y, por ese motivo, sí que hemos de evitarlos en lo posible. Adoptar una postura cómoda y tener los brazos y las manos relajados pero quietos, siempre es una ayuda cuando los “tics” se realizan con esta parte del cuerpo.
Eliminar los «tics» exige esfuerzo y dominio del cuerpo, concentración y perseverancia pero (créame, que lo digo por experiencia) poco a poco van desapareciendo y en su lugar queda la sensación de crecer y superarse a uno mismo.
Existen otros gestos corporales que también hacemos en determinadas situaciones y que son más fáciles de evitar porque no son propiamente “tics”: tocarse el pelo (especialmente morderlo o introducirlo en la boca, lo que es más frecuente de lo que se piensa), tocarse la nariz, frotarse las manos o losdos, jugar con sus uñas, mover las piernas produciendo una especie de temblor -que se llega a notar en la mesa o en la silla que ocupamos- o siguiendo el ritmo de alguna canción que tenemos en la cabeza, etc. El control de nuestra corporalidad es uno de los elementos decisivos para un buen orador y debemos prestarle mucha atención.
Distraerse
No siempre es fácil. Hay situaciones en las que nos aburrimos, perdemos la concentración o nos descuidamos. En muchos casos se debe al estrés: nos cuesta impedir que el pensamiento se vaya hacia las tareas o problemas pendientes. En algunas circunstancias sacamos el móvil o abrimos la pantalla del ordenador, miramos por la ventana o incluso bostezamos. Algunas de estas reacciones serán consideradas como una falta de educación y harán que otros se sientan molestos. Tenga siempre presente que la comunicación no es de una sola vía: hay que esforzarse en mantener una escucha activa hacia los demás. Incluso aunque el tema de la reunión no sea de nuestro interés será una ocasión para aprender sobre las virtudes y defectos del orador, sobre cómo plantea su trabajo, sobre su personalidad o carácter. La escucha activa siempre recoge información valiosa del ambiente y de los demás.
No se deje Dominar por los Impulsos
Si tiene que intervenir, no sea una persona impulsiva. La impulsividad puede derivar también de una escucha no proactiva, de una emoción que no controlamos, de ponernos a la defensiva innecesariamente o de un deseo irrefrenable de exponer nuestro punto de vista ante la amenaza de ser malentendidos o, en la mente de algunas personas, de que el cosmos se descomponga si no conoce nuestra opinión. Recuerde siempre que para hacerse entender es conveniente preparar lo que se va a decir y la manera de decirlo. Aproveche para ello todo el tiempo que tenga. Tome notas (sin dejar de levantar la mirada hacia quien habla para mostrarle que lo que estamos apuntando está en relación con lo que dice), articule en un esquema su intervención, hable despacio, preocúpese de no ser rudo y de exponer su punto de vista acogiendo en lo posible el de los demás, agradezca otras aportaciones y valórelas explícitamente. Procure ser concreto.
Utilize bien el Espacio Disponible
Hay oradores que preparan el discurso con esmero pero que cuando tienen que presentarlo parece que se estén escondiendo detrás de la mesa o del atril, o incluso tras un manojo de folios. Potencie su discurso con el uso de todo su cuerpo, desde los pies hasta la cabeza, la mirada, la boca, por supuesto los brazos, y aprovechando el área que le hayan proporcionado… La comunicación mejora notablemente si los demás pueden verle completamente.
Piense en el espacio con el que cuenta. Si tiene que permanecer en la silla, levante su cuerpo, gane un poco de sitio separándose ligeramente de la mesa o, si le han puesto en una posición elevada respecto al público, levantándose un poco para que se le vea mejor. Si le es posible, hable de pie y, si puede, muévase.
Cuide sus Movimientos
Si es un orador que cuenta con un espacio amplio, tiene que cuidar sus movimientos. En un caso así yo siempre llego a la sala con mucho tiempo y estudio el espacio, pido que me permitan reubicar los elementos, pido un micrófono que no tenga que llevar en la mano, me familiarizo con el lugar y pienso dónde voy a situarme y cómo debo moverme e incluso, en ocasiones y si es conveniente y posible, muevo las sillas para tener más sitio o para dejar generar espacios que me interesen. A veces la charla o conferencia tiene distintas partes y también se puede utilizar el espacio para mostrar esta división, moviéndose hacia otra zona cuando se vaya a tratar otra cuestión, lo que también ayudará a crear una pausa que no resulte incómoda.
No obstante, tenga cuidado con un detalle en el que caen muchos oradores, incluso los más experimentados: no se mueva demasiado. Existe una relación directa entre el exceso de movimientos y el divagar y, por lo tanto, con la falta de preparación. Así lo perciben también los oyentes. Al movernos demasiado desviamos su atención y, lo que sería el colmo, podemos llegar a provocarles una molestia ocupando espacios que no tengan la visibilidad adecuadas, que no estén bien iluminados o que no permitan que se nos siga con la mirada desde toda la sala.
Leer
En ocasiones es necesario apoyarse en documentos y tenemos que hablar durante un tiempo mirando un papel, consultándolo de vez en cuando o incluso leyéndolo. Cuidado: esto no es lo más recomendable. En ciertos ámbitos académicos se considera una falta de seriedad no seguir una lectura literal pero esto es un grave error y una falta de criterio: en realidad, tener que aferrarse a unos folios sólo muestra que no se domina el tema y que no se ha preparado suficientemente. No obstante, puede ser que queramos leer algo (una cita, un comentario…): intentemos resumir, no alargarnos, leer despacio, mantener el tono (hay oradores que cuando leen una cita bajan la voz, leen deprisa o con desgana y pierden la atención del auditorio) y no perder la mirada del público demasiado tiempo. Si tiene que pasar de hoja no tape su rostro: deslice el folio suavemente sin levantarlo, que ya tendrá tiempo de ordenar sus papeles más tarde.
En la mayoría de las ocasiones podemos introducir una imagen o un texto en una pantalla para evitar “encerrarnos” detrás de los papeles. Suele ser más conveniente, pero debemos tener mucho cuidado en el uso de los elementos tecnológicos.
Medios Auxiliares
Su interés es que le escuchen, no que oigan su voz mientras leen en una pantalla. Téngalo muy presente. Todo el mundo detesta a los oradores que se limitan a pasar la pantalla o que usan una infinidad de “diapositivas”. Los medios auxiliares pueden despistar la atención y sólo deben ser un apoyo: un video bien elegido para “oxigenar” la conferencia o mostrar un dato relevante, un gráfico o una imagen pueden ayudar, pero no son el centro del discurso. También sirven para ayudarnos a seguir el desarrollo de la charla sin tener que mirar nuestro esquema. En general, use con cuidado estos elementos.
Una decisión importante es qué tipo de apoyo voy a utilizar. Los programas y aplicaciones que existen en el mercado tienen peculiaridades que no debemos obviar. Pasar de una diapositiva a otra tiende a producir un efecto de fragmentación en el discurso y si queremos evitarlo conviene echar mano de otros programas cuyas características son más narrativas (Prezi, por ejemplo). Piense cómo lo va a utilizar, medite el peso que el recurso auxiliar va a tener en su discurso y piense detenidamente si de verdad es lo más conveniente: el objetivo es que siempre sume, pero que nunca reste.
Así, por ejemplo, ciertos medios auxiliares son muy eficaces si quiere destacar una cita o unos datos que son impactantes y centrales en su explicación: en esos casos mostrarlos en una pantalla grande ayudará a fijarlos, a dotarlos de importancia y a aportar seriedad, máxime si la fuente es relevante y se puede destacar. Sea inteligente en el uso de estos instrumentos, porque en general los oradores son descuidados y los utilizan para “ocultarse” tras ellos, lo que siempre es una mala opción
Olvidar el Auditorio
No me refiero a que nos pongamos a hablar y dejemos de dirigirnos directamente y mirar a quienes tenemos delante, sino a preparar nuestra intervención sin tener presente a quién va dirigida. Este dato es fundamental y regula el resto: el uso de medios auxiliares, la duración, el uso del espacio físico, etc. Hay que recordar que estamos hablando de comunicación y ésta sólo es posible si el discurso está preparado, en contenido y forma, para el auditorio al que nos dirigimos. Piense siempre en el público antes que en usted. La misma idea se debe presentar de diferente manera a un público joven, a uno adulto, a uno plagado de especialistas, o bien si se trata de una conferencia abierta que busca ser amena o si se trata de una exposición de trabajo en la que hay mucho en juego. También dependerá del auditorio si interesa incidir en los datos o en los ejemplos, en las imágenes de apoyo o si, por ejemplo, conviene preparar ciertas actividades interactivas que amenicen y a la vez ayuden al desarrollo de la charla.
Es muy importante que nos demos cuenta de que amenizar no significa necesariamente reducir la calidad de los contenidos que se presentan. A veces sucede lo contrario: una charla entretenida puede ser también interesante y que el público disfrute le ayudará a recordar mejor lo que usted expuso. Salvo cuando las condiciones del momento exijan otra cosa (un congreso internacional especializado) intente ser siempre lo más ameno posible y buscar ejemplos e incluso dinámicas que ayuden a transmitir y fijar los contenidos
Las Preguntas
Responder a las preguntas requiere siempre unas ciertas habilidades en la improvisación -de la que tendremos que hablar en otra ocasión- pero este apartado también se puede entrenar. Si preparamos nuestra intervención con cuidado nos daremos cuenta de que existen ciertos puntos o aspectos en los que es más fácil que surjan dudas o dificultades, normalmente porque hemos tenido que dejar algún punto sin desarrollar por cuestión de tiempo o por mejorar el desarrollo del discurso. Es un buen ejercicio buscar estas preguntas “posibles” e imaginar cómo podríamos contestarlas. En todo caso, cuando nos preguntan debemos estar tranquilos, sabiendo que nosotros conocemos bien el tema del que hablamos y que hemos preparado con detalle. La tranquilidad debe derivar en un escucha atenta: hemos de entender qué nos quieren preguntar, lo que no siempre es sencillo porque quien pregunta también estará improvisando y, si no lo entendemos o creemos que no lo hemos entendido bien, preguntarlo. Lo mejor es la naturalidad y abordar el turno de preguntas como una conversación en la que no es necesario demostrar que nos lo sabemos todo, ni mucho menos. Si usted escucha con atención, mantiene la calma y contesta en base a lo que ya conoce y a los argumentos que había pensado mientras preparaba el turno de preguntas, no tendrá ningún problema.
Un aspecto importante del turno de preguntas es discriminar entre las que son de interés general y las que son de un interés muy particular -de quien pregunta- o incluso que no tienen relación con lo dicho. También hay personas que aprovechan que pueden hablar para disfrutar de su momento de gloria o expresar extensamente su propia opinión.
En principio, lo ideal es contestar a todas las preguntas con naturalidad, valorando el interés de la cuestión y agradeciendo la atención que le ha prestado la persona que ha tomado la palabra. Ahora bien, si la pregunta le sirve para profundizar en algún aspecto interesante que no le ha “cabido” en su charla, o bien que le interesa destacar por algún motivo, puede extenderse sin problemas (dentro de la brevedad). Si no es así, y sobre todo si la pregunta tiene poco interés o interesa a poca gente, sea directo y breve, e incluso puede conminar al interesado a una conversación posterior, lo que agradecerá todo el público y le hará parecer como una persona atenta, educada y amable. Por último, cuando alguien realiza una extensa intervención en la que desea manifestar su opinión hay que ser especialmente cuidadoso: evite enzarzarse en un intercambio de argumentos que resulte desagradable para el resto de los presentes y valore siempre como primera opción, si quien habla se extiende en exceso y no termina por presentarle una pregunta clara, agradecerle su intervención y ceder la palabra a otra persona.
Deseaba hacer una entrada sobre los aspectos que se deben evitar y los que se deben procurar en una intervención pública, pero sólo con la primera parte creo que me he extendido demasiado. Seguiré pues una de las recomendaciones fundamentales del orador, como es dejar al espectador con ganas de más y, de paso, despertar el interés por un futuro encuentro: en unos días os contaré más secretos sobre la oratoria, esta vez con lo que SI debéis hacer.
Por otra parte estaremos encantados de recibir comentarios y consejos que puedan ser útiles a los lectores de nuestro blog. Compartir el conocimiento es una manera extraordinaria de ayudar a los demás.
Hasta pronto.
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