Durante todo el siglo XX en los países más industrializados, y en España desde los años 60, tener algún tipo de conocimiento especializado era una garantía de éxito profesional o, cuando menos, de alcanzar un buen puesto de trabajo. Hoy los empresarios ya no tienen la misma perspectiva. En las últimas encuestas sobre necesidades que las empresas esperan cubrir con nuevos contratos laborales la especialización aparece en un sorprendente noveno lugar y ha sido reemplazada por las «Competencias del Siglo XXI».
Es en cierto sentido un drama, porque la especialización llevaba aparejada una importante consecuencia: con el paso de los años el trabajador se especializaba más y más y no sólo en su saber concreto, sino en ese saber aplicado a su puesto de trabajo, lo que le hacía difícilmente sustituible. En consecuencia podía esperar estabilidad y un incremento progresivo del salario.
La Necesidad de las Competencias del Siglo XXI
Hoy las cosas han cambiado radicalmente y la realidad se nos está imponiendo con cierta crudeza. Los elementos tecnológicos, los procedimientos y las necesidades de los clientes cambian a una velocidad desconocida hasta la fecha, haciendo que los conocimientos que habíamos adquirido hace unos pocos años se hayan convertido en ineficaces. Los cambios ya no son lentos y progresivos, sino acelerados, hasta el punto de poner en riesgo la estabilidad de las empresas y de los puestos de trabajo. Las capacidades que permiten adaptarse, aprender con rapidez, estar constantemente informado e interpretar los cambios del mercado se han vuelto indispensables.
En este contexto los empresarios han dejado de considerar que los conocimientos especializados –adquiridos a través de un grado universitario y tal vez de uno o dos títulos de posgrado muy concretos- sean tan importantes, y valoran aspectos de otra índole tales como la inteligencia emocional, la capacidad de comunicación, el uso eficaz del tiempo, la habilidad para resolver problemas, para adaptarse al cambio, trabajar en equipo, aprender con rapidez, proponer y evaluar ideas y soluciones, la toma eficaz de decisiones, etc. Son las llamadas “competencias del Siglo XXI”, «Competencias para la Empleabilidad» o “destrezas blandas”.
El problema es que las nuevas hornadas de jóvenes universitarios no dominan este tipo de competencias porque no se contó con ellas al preparar los correspondientes planes de estudios. A la vez, los profesores que educan a nuestros hijos carecen de una preparación específica para enseñarlas: ni han sido formados para alcanzarlas ellos ni para transmitirlas a sus alumnos. Aparece aquí un problema que apunta a una transformación de calado en el sistema educativo.
Insuficiencias de las Inteligencias Múltiples
En los últimos años algunos de los colegios más avanzados de España han implantado modelos pedagógicos basados en las “inteligencias múltiples” según la teoría que elaboró el Profesor de Harvard Howard Gardner a partir de 1983. Desde luego que la enseñanza a través de las inteligencias múltiples permite incidir en muchos aspectos que parecían olvidados por los métodos más tradicionales y, en lo que hoy nos ocupa, logra un cierto desarrollo en algunas de las competencias que señalamos anteriormente.
Sin embargo, la pedagogía basada en inteligencias múltiples tiene tres importantes objeciones que habría que tener en cuenta y que el propio Gardner ya destacó en su momento: en primer lugar no atiende a uno de los criterios básicos que debe tener presente todo educador, y es que es el objeto, la realidad, quien dicta el método o métodos apropiados para su conocimiento; esto supone, en segundo lugar, que la adaptación del modelo a las diferentes materias y a la adquisición de conocimientos concretos sea muy exigente y requiera una preparación elevada del profesorado que no siempre se realiza por falta de tiempo o de recursos. Sin dicha preparación se termina por aplicar el método de una manera muy deficiente, sobre todo sin tener en cuenta el objeto concreto que se tiene delante y sus características, lo que produce deficiencias graves.
He asistido a sesiones en las que docentes capaces pero mal formados pedían a sus alumnos que aprendieran un teorema matemático según una peculiar interpretación de las “inteligencias múltiples”: unos preparaban un poema, otros una canción, otros un dibujo… esto roza el ridículo y resulta completamente improductivo. Los propios profesores son los primeros que consideran esta manera de entender el “trabajo cooperativo” como una pérdida de tiempo.
En tercer lugar, el modelo de las inteligencias múltiples se orienta al desarrollo personal libre, que es muy importante, pero olvida en exceso la preparación para el futuro laboral como parte fundamental de la educación –si no queremos formar inadaptados sociales. Desde mi punto de vista aplicar el aprendizaje a través de competencias a las distintas materias es más sencillo, más práctico, más eficaz y se orienta al mismo tiempo al desarrollo personal y a lograr conocimientos directamente aplicables al mercado laboral.
La Unión Europea dio un paso en este sentido con una Recomendación de 18 de diciembre de 2006 en la que estableció ocho competencias clave para el aprendizaje, que deberían ser ya revisadas. España adaptó esta recomendación sin darle a las «Competencias del siglo XXI» la importancia que tenían y ahora el tiempo se nos acaba: es urgente entender que son ellas, las propias competencias, las que deben convertirse en el método de enseñanza y no sólo en un elemento transversal inespecífico. De esto depende el futuro de nuestros jóvenes y, por lo tanto, del país.
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