Hay personas que exigen ser consideradas por las autoridades como «Cyborgs» porque han conectado a su cuerpo elementos tecnológicos que han ampliado, mejorado o simplemente modificado sus capacidades naturales. Incluso existe el denominado «Proyecto Cyborg» que promueve la inserción de estructuras artificiales que pueden llegar a estar unidas a los huesos y al sistema nervioso.

Una de estas personas es Neil Harbisson, que nació con una extraña enfermedad denominada “acromatopsia” o “monocromatismo”, un problema congénito que le impide ver colores más allá del blanco, el negro y las tonalidades del gris.

En el año 2003 se empeñó en reunir a diversos científicos, médicos y programadores y les convenció para iniciar un proyecto novedoso: crear un dispositivo capaz de transformar los colores en sonidos que variasen su volumen según la intensidad de los pigmentos. El prototipo acabaría ganando varios premios internacionales y se considera uno de los mejores ejemplos de innovación tecnológica de los últimos años.

Sin embargo, lo que verdaderamente cambió la vida de Neil y su proyección pública fue la decisión de implantarse una versión avanzada del artefacto integrándolo en los huesos del cráneo y en su estructura cerebral, de manera que comenzó a percibir los colores como sonidos directamente en el cerebro a través de una antena que le sobresale de la cabeza. Deseoso de notoriedad, cuando tuvo que renovar su pasaporte exigió a las autoridades británicas que le permitieran aparecer en la fotografía con su antena, e interpretó la aceptación como el reconocimiento oficial de su condición de cyborg.

 

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Proyecto Cyborg como ideología de consumo

La particularidad de Neil es exagerada por sus seguidores y por todo un aparato de mercadotecnia muy bien dirigido. De hecho, la implantación de elementos tecnológicos en nuestro cuerpo por motivos médicos es algo habitual: desde los marcapasos a los implantes cocleares que suministran impulsos electrónicos directamente al nervio auditivo y permiten así escuchar a quienes sufren serios daños auditivos.

Sin embargo, Neil ha sabido explotar su situación a través de conferencias, exposiciones de arte en las que “pinta” canciones populares e incluso un vídeo dirigido por el español Rafel Duran Torrent  que ganó los 200.000 dólares del primer premio en la Forus Forward Film.

Las pretensiones ideológicas del estrecho círculo de personas que colaboran en la citada fundación sí que nos deberían hacer meditar. Su argumento principal a favor del derecho de cualquiera a convertirse en cyborg es que todo el mundo debería tener la posibilidad de mejorar sus sentidos, porque esto amplía y profundiza nuestro conocimiento del entorno.

Creo que exageran, por ejemplo, las ventajas de poder ver los rayos ultravioleta, pero lo más importante es que el horizonte de la transformación de personas en cyborgs supone modificar o sustituir elementos físicos por instrumentos tecnológicos insertados directamente sobre nuestros huesos y conectados al sistema nervioso.

Aparece así un nuevo mercado al que podemos acudir para complementar nuestras capacidades (físicas o intelectuales) con el objetivo de “mejorarnos”. Es un mercado que, por supuesto, estará al alcance de quienes puedan pagarlo y que otorgará ventajas competitivas en distintos ámbitos y especialmente en el entorno laboral, porque los cyborgs podrían ser preferidos por los empresarios debido a sus cualidades sobrevenidas.

Al lado de estas propuestas y en la misma dirección se encuentran los avances en “Inteligencia Avanzada”, que se suceden en los últimos años. A finales de 2012 un equipo dirigido por el Doctor Theodore Berger de la Universidad del Sur de California introdujo en el cerebro de una serie de ratas implantes de memoria artificial. En la Universidad de Tel Aviv un grupo de investigación ha tenido varios éxitos en la sustitución de partes del cerebro de roedores por elementos cibernéticos.

Todavía más allá, en una Universidad del sur de China se realizó una curiosa competición: se preparó un laberinto en el que se fueron introduciendo dos grupos de ratas. Uno de ellos estaba “equipado” con un chip en el cerebro que aumentaba la velocidad en el procesamiento de datos y el otro no. Las ratas preparadas con el sistema cibernético de Inteligencia Aumentada dieron toda una lección a las “naturales”.

Esta temática no debe ser abordada con frivolidad. El desarrollo de productos cibernéticos con fines médicos se debe impulsar con energía, pero sería un error abrirse sin restricciones la imbricación de la tecnología en nuestro organismo, porque esto rompería con la igualdad y haría imposible mantener un horizonte de desarrollo equilibrado entre los ciudadanos. Por último pero no menos importante, hay que tener presente que por esta vía el futuro evolutivo de nuestra especie se pone en manos de quienes tienen el poder económico, que pueden afectar de manera decisiva e irreversible a nuestra común naturaleza.

En esta entrevista el propio Neil nos explica en castellano su punto de vista sobre esta difícil cuestión:


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