No se trata de dar ningún sermón moral ni de aleccionar sobre cómo debes comportarte en tu círculo profesional, sino de intentar comprender con toda seriedad si es más positivo ser buena o mala persona en el trabajo. Ser buenos ¿nos ayudará a crear un mejor ambiente, a crecer, a ser más felices, mejores líderes o a ser más competentes…? O, al contrario, ¿facilitará que abusen de nosotros, que otros asciendan en nuestro lugar o a que nos tengan por «tontos»? Son preguntas muy serias e importantes y vamos a intentar analizarlas con cierto detalle.

¿Qué es ser buena persona?

No vamos a realizar ningún tratado sobre la bondad personal. Para entendernos ahora basta con señalar que una buena persona en el trabajo es aquella que no se relaciona con los demás atendiendo únicamente a sus propios intereses personales. Ser buena persona significa esforzarse por comprender las posiciones, deseos y expectativas de los demás y procurar generar un ambiente en el que el crecimiento sea colectivo. Se podría decir de una manera simple: tender a la cooperación y no a la competición.

¿Es posible ser buena persona?

Depende de algunas factores importantes:

1.- La Naturaleza

Hay gente que tiende, por su naturaleza, a tener empatía, a preocuparse por la situación de otros, a buscar el beneficio colectivo y a no realizar acciones malas que perjudiquen a sus compañeros. Estas personas están dispuestas a sacrificarse, en ocasiones, por los demás, pero eso no quiere decir que sean tontos: si perciben una situación de abuso o creen que alguien se está aprovechando pueden reaccionar defendiéndose con fuerza, como cualquiera.

El problema de las personas buenas no suele ser la ingenuidad. Por supuesto que hay individuos más confiados o que no se preocupan tanto por descubrir a quienes pretender engañarlos o aprovecharse de ellos, pero con el paso del tiempo todos -o casi todos- percibimos con cierta rapidez a los manipuladores.

En realidad el problema de los «ingenuos» suele ser la falta de asertividad, que les hace aparentemente «alérgicos al conflicto». Aunque saben que otros se están portando mal con ellos aguantan un poco más para evitar el enfrentamiento directo y buscan otro tipo de estrategias más complicadas antes que tratar abiertamente un problema. Con frecuencia esas «buenas personas» terminarán vengándose de alguna manera: hablarán a las espaldas de quien está actuando mal, presentarán quejas a los superiores, etc. En general, elegirán estrategias que pueden ser a la larga más dañinas para el manipulador. Es más habitual de lo que nos creemos que los «buenos» se vuelvan «malos» por cobardía, por su dificultad para mantener un intercambio de pareceres cara a cara.

Para ser bueno hay que ser inteligente y no sólo ser empático, conocer las emociones humanas y tener asertividad. La asertividad nos permite defender nuestros derechos y opiniones sin maltratar a los otros, respetándolos mientras dejamos claro lo que estamos dispuestos a aceptar y lo que no. Si deseas saber más sobre la asertividad puedes acceder a nuestra entrada «La Asertividad: clave de la comunicación personal»

2.- El esfuerzo

Todos tenemos inclinaciones, deseos, impulsos y pasiones. Algunos las tenemos más fuertes que otros y tenemos que trabajarlas. Hay personas celosas que, si no se corrigen, pueden hacerle la vida imposible a quien esté a su lado, y de la misma manera las hay que caminan cegadas por sus propios intereses o que son incapaces de renunciar a un objetivo a pesar de que se haya vuelto inadecuado o pueda dañar injustamente a otros. Todos «cojeamos» de alguna de estas cosas… ¿de qué pie cojeas tú?

Conocer nuestras emociones y aprender a regularlas es decisivo para nuestro desarrollo personal y profesional. Para ello lo primero es reflexionar sobre cómo desearíamos ser. A veces lo más sencillo es pensar en alguien a quien admiramos por algún detalle en concreto, por ejemplo, por saber contener la ira y tratar a los temas con asertividad. Se trataría del tipo de personas que se hace respetar sin «perder los papeles». Si esa persona es asertiva y nosotros no, tal vez deseemos ser nosotros también asertivos. ¡Ya tenemos un horizonte de deseo que nos ayudará a caminar!

Ahora nos preguntamos, ¿cómo debería actuar para ser más asertivo? Siempre ayuda leer un poco, reflexionar… y esforzarnos por actuar de manera asertiva en cuanto tengamos ocasión. Supongamos que tenemos cierta tendencia a la ira -lo que nos provocará no pocos problemas a lo largo de la vida-. Bien, puedo buscar estrategias para contenerla: seguir el consejo de la abuela de «contar hasta diez» antes de contestar o, algo que suele ser más eficaz, salir de la habitación, alejarnos del foco de la ira y recuperar el control antes de volver a afrontar la misma situación. La verdad es que nuestro blog está surtido de un montón de artículos interesantes que te pueden ayudar a muchas cosas, y una de ellas es a controlar la ira y el mal humor

No diré que es fácil, pero sí que mejorarnos a nosotros mismos es una aventura tan ardua como apasionante.

3.- Evitar ser malos

Actuar con maldad nos traerá consecuencias indeseables, a corto o a largo plazo. Por un lado el mal nos creará enemigos que pueden guardarnos rencor y actuar en nuestra contra en cuanto tengan ocasión. Por otra lado hará que los demás desconfíen de nosotros y que actúen de la misma manera una vez que se den cuenta de cuál es nuestro comportamiento. Los círculos profesionales no son tan extensos, y los indeseables pronto se ganan la pesada losa de la mala fama.

Debemos de evitar hacer el mal. Yo diría que lo debemos evitar al margen de las consecuencias, de la misma manera que se debe procurar ser buena persona más allá de los cálculos utilitaristas, entre otras cosas porque si se trata meramente de un cálculo sobre intereses y utilidad no tardaremos en comportarnos mal (cuando pensemos que nos conviene) y en sufrir las consecuencias.

4.- Rencor y venganza

El rencor nos hace colaboradores de quien nos ha hecho daño. Aunque el momento del daño ya haya pasado el rencor lo perpetúa, de manera que nos seguimos lastimando nosotros con un puñal que el otro ya no empuña. El rencor nos convierte en nuestros propios enemigos y nos perjudica.

La venganza es una consecuencia del rencor y satisface una tendencia esclavizante. ¿Por qué debo emplear mi tiempo y mis esfuerzos en buscar el momento en el que vengarme de alguien? Poner empeño en algo así es una prueba clara de falta de autoestima. Los que tienen una autoestima alta dejan esas cosas atrás y siguen hacia adelante.

Con la venganza sólo alimentamos nuestro ego, al buscarla perpetuamos el rencor y, además, nos hacemos débiles. Al vengarnos, como siempre que hacemos a otros algún mal, nos debilitamos y nos hacemos vulnerables a un mal posterior, que puede ser la venganza del otro o la falta de confianza o incluso la animadversión de quienes se han dado cuenta de la «bajeza» en la que hemos caído.

¿De verdad conviene ser buena persona?

Me arriesgo con una afirmación: siempre es mejor ser buena persona. Ahora, también es verdad que es determinados ambientes laborales es muy difícil, sobre todo si abundan los elementos corrosivos, el líder es dictatorial o se fomenta la competitividad de una manera exacerbada.

Incluso en los peores ambientes es siempre mejor ser buena persona, pero esa bondad se tiene que adaptar a las circunstancias concretas en las que vivimos. Si somos comerciales en un ambiente extremadamente competitivo puede ser que nos veamos obligados a ocultarles a nuestros compañeros-competidores el nombre de algunos clientes o no les mostremos ciertas estrategias de ventas. ¿Somos malas personas? No. En tal situación todos conocen las reglas del juego y saben que cierta información no debe ser compartida. En un caso así el líder del equipo debería de darse cuenta de que al no compartir información el grupo de comerciales se vuelve menos eficaz.

De nuevo vemos que ser buena persona no significa ser ingenuo o tontaina.

¿Por qué conviene?

1.- Confianza

La confianza que los demás tengan en nosotros es un elemento fundamental para el crecimiento profesional, y a veces no se suele tener en cuenta. En muchas ocasiones la confianza es el elemento decisivo para acceder a un ascenso, a una promoción profesional o para que otros colaboren contigo de forma clara y eficiente.

El coste de la desconfianza es muy alto tanto a nivel del desarrollo profesional como en términos macroeconómicos. Si pensamos en el mundo empresarial nos damos cuenta enseguida del enorme coste de la desconfianza: ¿quién deseará trabajar con una empresa en la que desconfía? Siempre preferimos a alguien en quien confiar.

Otro problema de la desconfianza es la delegación de funciones. Los líderes no delegan en personas que no son dignas de confianza y también tenderán a dejarlas de lado cuando se potencie el trabajo en equipo.

Las personas que provocan desconfianza terminan aislándose en el trabajo, sufren más estrés y se sienten desgraciadas. Se podría decir de una manera muy sencilla: «ser malo es malo».

2.- Clima de trabajo

Tener un buen clima de trabajo tiene un enorme efecto benefactor sobre cada trabajador: sobre su productividad, sobre su integración y su felicidad.

Las personas desagradables o, por decirlo así, malvadas, perjudican el clima de trabajo, generan entornos tensos y dificultad los procesos. Cada vez está más claro para todos: no se puede ser eficiente siendo malo, al menos a medio y largo plazo.

3.- Desarrollo personal

Las personas buenas están en mejor disposición de crecer y de desarrollarse personal y profesionalmente. Este crecimiento no es automático: hay que querer y que esforzarse en conseguirlo. Sin embargo, cuando alguien considera que otro es buena persona tiende a compartir con él o ella conocimientos, consejos, los problemas y las soluciones… los buenos, de los que nadie espera traiciones o malos actos, son mejor recibidos en cualquier entorno y se les facilita el ascenso profesional.

4.- Admiración y respeto

No se trata de «caer bien». A veces «cae bien» el gracioso y no por eso se le considera más competente. La bondad sí podría considerarse una competencia profesional de calado.

Las buenas personas, más si son líderes o responsables de equipo, se ganan con mayor facilidad la admiración y el respeto de los trabajadores. Se les perdonan los errores más fácilmente -entre otras cosas porque no se piensa que sean intencionados-, se les admira porque saben buscar soluciones en las que todos encuentren acomodo, porque delegan con el deseo de que sus subordinados se desarrollen, porque ayudan a crecer a los demás y, en definitiva y como decíamos al principio, tienen en cuenta los intereses del colectivo y no sólo los suyos.

Todos tenemos intereses personales, pero cuando sólo nos centramos en ellos y a toda costa nos volvemos uno de los principales obstáculos para nuestro propio éxito.

5.- Liderazgo

Las buenas personas son mejores líderes. Los subordinados confían en ellas, se relacionan con los líderes «buenos¨ con mayor sinceridad y son más propensas a sacrificarse por las metas colectivas. Nadie se sacrifica de buena gana si sabe que sus acciones están orientadas a satisfacer los intereses egoístas de quien sólo busca su propio interés.

Las malas personas pueden llegar muy alto, pero dejan una ristra de «cadáveres» a su paso y nadie estará dispuesto a ayudarles si tienen un traspiés. Por otra parte, cuando alguien es malo cada vez se queda con menos colaboradores y termina por estar solo. Y solos no llegamos muy lejos: nos conviene estar rodeados de personas buenas. Si eres una buena persona los demás querrán contar contigo y que cuentes con ellos.

Tal vez se trate de una mera aproximación a un tema muy importante, pero simplemente quería dibujar los rasgos fundamentales por los que la bondad personal también está relacionada con el éxito profesional. Buscar el bien y evitar el mal tiene la natural consecuencia de, generalmente, procurarnos el bien y alejar de nosotros el mal.

Ejemplos, comentarios, experiencias personales…  agradezco tu colaboración.

Accede al Webinar DISC Gratuito

MasterClass DISC