Son las seis de la tarde. Diferentes interrupciones no te han dejado terminar el dichoso informe que tiene que estar en la mesa de tu jefe antes de las ocho e intuyes que al menos necesitas cuatro horas más para terminarlo. Aun así, te remangas y te pones manos a la obra: sientes un torrente de energía que embarga todo tu cuerpo fruto de la liberación de cortisol y adrenalina, te sientes más perspicaz e inspirado y las ideas fluyen como nunca … a las ocho en punto el informe está acabado.

¿Qué es el estrés?

El estrés es un proceso por el que se desencadenan un conjunto de reacciones a nivel biológico, psicológico y conductual, que se generan ante aquellas situaciones en las que las demandas ambientales superan los recursos del organismo, y que cumple la función de incrementar el estado de activación del individuo para poder atender dichas demandas.

No todos reaccionamos igual antes los mismos estímulos. Lazarus y Folkman (84-86), dos grandes investigadores americanos del estrés, afirmaron que el estrés tenía una relación muy particular entre el individuo y su entorno, que es evaluado por el propio sujeto como amenazante o desbordante de sus recursos y que pone en peligro su bienestar. De esta manera, cada persona puede responder de forma muy diferente ante una misma situación en función de su historia, experiencia, recursos, creencias, valores, personalidad, características cognitivas y estilo de afrontamiento. Podemos afirmar que el estrés percibido no depende tanto del estímulo como creíamos y más bien depende de cómo observamos ese estímulo.

En según qué situaciones, la activación de los mecanismos del estrés es adaptativo y nos ayuda a afrontar determinadas circunstancias de una manera más eficiente. Es lo que muchos denominan “estrés bueno” y son varios los sistemas que se activan ante estas demandas percibidas:

  • Sistema cognitivo: Al principio del proceso tenemos las ideas más claras, estamos más lúcidos e inspirados y tenemos la sensación de poder trabajar durante horas de manera eficaz.
  • Sistema locomotor: Nuestros músculos se tensan y se preparan para realizar las tareas con más energía y rapidez.
  • Sistema circulatorio: Aumento de la tasa y presión cardiaca para llevar recursos a los músculos.
  • Sistema respiratorio: Se incrementa la tasa respiratoria para atender la sobredemanda de oxígeno del cerebro y de las células del cuerpo.
  • Activación del sistema nervioso simpático: Liberación masiva en el torrente sanguíneo de glucocorticoides: catecolaminas (adrenalina y noradrenalina), cortisol y encefalina, que provocan una sobre-activación que nos ayuda a atender a las tareas más rápidamente.

A priori observamos cómo el estrés puede ser positivo y, de hecho, lo es en momentos puntuales pero… ¿qué ocurre si el estrés se mantiene sostenido en el tiempo? Tres sistemas se convierten en los grandes damnificados ante estas situaciones ya que, bajo estas circunstancias, no es prioritario tenerlos activos:

  • Sistema digestivo. Las funciones digestivas se resuelven rápidamente, se abortan o se paralizan, pues el sistema digestivo consume muchos recursos. Ante situaciones de estrés somos más vulnerables a la gastritis, diarrea, náuseas, colon irritable, úlceras, etc.
  • Sistema reproductor. Posibles disfunciones temporales: falta de erección y de deseo sexual.
  • Sistema inmunitario: La liberación de hormonas de estrés inhibe la maduración de los linfocitos, encargados de la inmunidad específica, lo que provoca inmunodepresión. Ciertas enfermedades están asociadas al estrés : enfermedades coronarias, enfermedades de la piel, trastornos menstruales, etc.

Además, si no somos capaces de regular el estrés y lo mantenemos en el tiempo, sobreactivaremos estos otros sistemas que antes nos ayudaron a afrontar eficientemente las sobredemandas:

Sistema cognitivo:

– Agotamiento de la concentración, pues tenderemos a pensar más en las consecuencias de la tensión provocada por el estrés que en la realización de las tareas. Ahora, al contrario que antes, somos menos productivos y tardaremos más en desarrollar el trabajo.

– Aparición de emociones no adaptativas: ira, culpa, tristeza, crisis de ansiedad.

– Aumento de la probabilidad de cometer errores como consecuencia de la sobreactivación cognitiva. De nuevo nuestra productividad se verá mermada al tener que corregir sistemáticamente todos los errores que vamos cometiendo.

– Sistema locomotor: Sensaciones musculares desagradables. Aparición de sobrecargas y temblores musculares. Desarrollo de contracturas y roturas de fibras. Agotamiento físico que nos impedirá trabajar con eficacia.

– Sistema circulatorio: Tensión arterial. Pulso acelerado y aparición de arritmias

– Sistema respiratorio: Hiperventilación y descompensación de la relación entre el oxígeno y el anhídrido carbónico, lo que producirá apnea y sensación de que no poder respirar.

– Sistema nervioso: Insomnio y otros trastornos del sueño que nos llevarán a ser menos eficientes al día siguiente, teniendo que seguir activando los mecanismos del estrés para atender al trabajo diario.

Como has comprobado el estrés sostenido en el tiempo tiene un impacto muy negativo en tu organismo y salud. Lo que en un principio parecía un regalo divino puede convertirse en la tormenta perfecta que te llevará a entrar en un círculo vicioso del que es difícil escapar. Tomar conciencia de tu estado emocional y regular adecuadamente el estrés es clave para tener una vida más productiva y saludable. En esta otra entrada te ofrecemos algunas pautas para superarlo. Haz clic aquí para descubrirlas.

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